Los nietos son el alma de la casa y hacen vivir a los abuelos una etapa muy dulce donde pueden permitirse, ¿por qué no?, malcriar y dejar de lado las responsabilidades que reportaba la paternidad.
Todos recordamos con cariño como nos han consentido, dado dinero a escondidas o han reñido a nuestros padres después de que nos castigaran.
Atrás quedaron los agobios del trabajo, el pago de la hipoteca y los malabares para llegar a fin de mes.
Después de una vida llena de incertidumbre: postguerra, dictadura, transición….un par de crisis… ¡Uff!, a los que han estrenado su “abuelidad” en los últimos lustros, les toca descansar.
Al contrario que sus padres, ellos han llegado con una aceptable salud a su jubilación y pueden disfrutar de una calidad de vida más cómoda. Estaría muy bien que pudieran aprovechar esa circunstancia.
Muchos de los que fueron padres en las décadas de los setenta y ochenta pasaron épocas muy complicadas en su vida. El índice de analfabetos es considerable y muchos emigraron para que su prole tuviera una vida mejor que la suya. La mayoría ha trabajado duro.
Es fácil encontrar a cuarentañeros españoles nacidos en otros países o que recuerden como miembros de su familia iban anualmente a Francia a vendimiar.
Ahora esos padres son las víctimas colaterales de que sus hijos e hijas estén bien formados, no hayan tenido que trabajar hasta acabar sus estudios, se hayan independizado más de una década después que ellos, y también, que hayan sido abuelos mucho más mayores que sus predecesores.
Aparte de la ayuda que incondicionalmente suelen brindar a lo largo de los meses lectivos, ahora tienen que hacer un servicio “full time” en periodo estival. Es común que sus hijos, que tanto han mejorado su vida respecto a ellos, no tengan en cuenta las necesidades de descanso de sus progenitores, ni en verano.
Lo lógico sería programar las vacaciones para entorpecer en la menor medida los planes del que te ayuda. Pero suele ser al revés: pretendemos que ellos se adapten a nuestros planes.
La conciliación laboral en España es una de las peores de Europa. Las personas con hijos menores necesitan ayuda y mucha. Está claro que sin pretender molestar no hay más remedio que hacerlo. Pero, ¿podríamos tener una actitud diferente y más solidaria con los que siempre están ahí para ayudarnos? Es posible. Pero hay que renunciar a cosas por ellos, como ya están haciendo ellos por nosotros desde hace décadas.
Ahí van unas pocas propuestas:
– Coger vacaciones para que ellos descansen, no para viajar nosotros.
– Apuntar a los niños a escuelas de verano, colonias o campamentos que descarguen de trabajo a “nuestros cuidadores”.
– Promover salidas en familia y no al margen de ellos.
– Coordinarse con nuestros hermanos (en caso de tenerlos), para que no se junten la totalidad de niños todos los días, para ser cuidados por los abuelos.
Y la más barata pero importantísima:
– Agradecer continuamente la ayuda que recibimos sin tener ningún pudor en reconocer que es impagable e indispensable. (Seguro que no lo hacemos tan a menudo como deberíamos).
Disfrutar de los nietos debería ser una alegría. Una etapa entrañable, colofón de la vida de cada persona.
No otra cosa…
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